Hay sectores de la política -específicamente en Chile- que creen que elegir el mal menor en elecciones es producir más daños, tomando en cuenta en que se elige entre un mal y otro y que no se elige ningún bien, y que para votar habría que votar por un bien.
Sin embargo, esta visión es parcialmente correcta. La lógica de elegir el mal menor no es en ningún caso legitimizar el mal que se pueda tomar de dos opciones, sino que evitar que el peor de estos males pueda triunfar, y en ese caso es legítimo. De lo contrario, es decir, de no votar ni p0r uno ni por otro, se fomenta la indecisión que implicaría perder votos y que podría tener como consecuencia -al perder esos sufragios- ceder espacio a la peor de las posturas, por lo cual optar por la nulidad del voto no es opción que de garantías a la comunidad, porque abren la posibilidad de que lo peor para ella pueda suceder. Por lo tanto, elegir el mal menor es la opción, porque son menores las garantías que perderán los ciudadanos al permitir que se corone la otra opción.
Excepción a la regla.
Decía que esa visión anti mal menor es parcialmente correcta, porque algo aceptable tiene, y es que esta opción es acertada en casos excepcionales, en donde esté en juego entre ambas posturas algo de la importancia y trascendencia como la vida humana. En este caso lo que legítima la postura no es la indecisión, sino que el no tomar parte de cualquiera de dos partes que desde un punto de vista OBJETIVO, y en ningún caso subjetivo, constituye una aberración a la dignidad de la persona humana.
Esta es la óptica en que se debe abarcar el mal menor, que no se debe absolutizar, porque o sino se le estaría dando una importancia mayor a la que tiene la persona humana y las personas que conforman la identidad divina.
Sin embargo, esta visión es parcialmente correcta. La lógica de elegir el mal menor no es en ningún caso legitimizar el mal que se pueda tomar de dos opciones, sino que evitar que el peor de estos males pueda triunfar, y en ese caso es legítimo. De lo contrario, es decir, de no votar ni p0r uno ni por otro, se fomenta la indecisión que implicaría perder votos y que podría tener como consecuencia -al perder esos sufragios- ceder espacio a la peor de las posturas, por lo cual optar por la nulidad del voto no es opción que de garantías a la comunidad, porque abren la posibilidad de que lo peor para ella pueda suceder. Por lo tanto, elegir el mal menor es la opción, porque son menores las garantías que perderán los ciudadanos al permitir que se corone la otra opción.
Excepción a la regla.
Decía que esa visión anti mal menor es parcialmente correcta, porque algo aceptable tiene, y es que esta opción es acertada en casos excepcionales, en donde esté en juego entre ambas posturas algo de la importancia y trascendencia como la vida humana. En este caso lo que legítima la postura no es la indecisión, sino que el no tomar parte de cualquiera de dos partes que desde un punto de vista OBJETIVO, y en ningún caso subjetivo, constituye una aberración a la dignidad de la persona humana.
Esta es la óptica en que se debe abarcar el mal menor, que no se debe absolutizar, porque o sino se le estaría dando una importancia mayor a la que tiene la persona humana y las personas que conforman la identidad divina.
El mal menor debe ser visto como una opción de esperanza, que en ocasiones le quita poder a la postura más mala y que puede ser un paso para cambiar en la posteridad a algo mejor, o sino como una oportunidad de no permitir lo peor para la comunidad.